Luvia roja
El segundo relato de la serie sobre la lluvia... va de lluvia y cosas.
Espero que os guste.
La calle está llena, abarrotada, rebosante de silencios.
Llueve, lo siente en el lado izquierdo de la cara, ese que no llega a alcanzar el dolor; también lo advierte uno de sus hombros, el que lo sujeta al suelo para que no se lo lleve la corriente, el que se ha asegurado de proteger con su cuerpo pese a que ahora no lo sienta. Lo nota en las pantorrillas, más en la derecha que en la izquierda, pero lo sabe, aunque no oiga nada… solo un zumbido constante que llama por su nombre a cada golpe.
Reparte a medias el aliento con el aire y el agua, pero respira, a cualquiera le sorprendería. Tiene un ojo ciego y el otro boquea, buscando luz; le llora la piel, le suda el estómago… rojo, anticipando el mañana que no alcanza a ver.
No se mueve, esperando ayuda; pero el silencio fuera de su cabeza es otro, uno paciente y cobarde, secado en egoísmo, que espera a que al hombre deje de gemirle la garganta para irse por fin a la cama.
Espero que os guste.
La calle está llena, abarrotada, rebosante de silencios.
Llueve, lo siente en el lado izquierdo de la cara, ese que no llega a alcanzar el dolor; también lo advierte uno de sus hombros, el que lo sujeta al suelo para que no se lo lleve la corriente, el que se ha asegurado de proteger con su cuerpo pese a que ahora no lo sienta. Lo nota en las pantorrillas, más en la derecha que en la izquierda, pero lo sabe, aunque no oiga nada… solo un zumbido constante que llama por su nombre a cada golpe.
Reparte a medias el aliento con el aire y el agua, pero respira, a cualquiera le sorprendería. Tiene un ojo ciego y el otro boquea, buscando luz; le llora la piel, le suda el estómago… rojo, anticipando el mañana que no alcanza a ver.
No se mueve, esperando ayuda; pero el silencio fuera de su cabeza es otro, uno paciente y cobarde, secado en egoísmo, que espera a que al hombre deje de gemirle la garganta para irse por fin a la cama.
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