Prometeo
Este es un relato que escribí hace unos... cuatro años, y me hizo ganar un concurso literario, así que supongo que por aquél entonces estaría bien y sería bueno, por que ahora, cuando lo leo, solo puedo pensar en lo mal que escribía y lo pedante que sonaba al describir (pero claro, según qué personas tengo una expresión muy deficiente, más o menos de 1'5, así que quién sabe); pero me han recomendado releerlo y (como no tengo nada mejor que compartir) creo que sería buena idea enseñaros que todos podemos mejorar (aunque solo sea un poco como es mi caso), y para eso están las fotos pre-debut de SNSD.
Espero que os guste
¿Consciencia?
¿Qué es la consciencia? ¿Debería tratar de definirlo? ¿Realmente puede hacerse?
¿Cómo? siendo algo tan ambiguo… algo tan leve como la caída de una pluma, en la
vida latente en el vientre de una madre; algo tan cambiante como la llama de
una vela abandonada a merced del viento, en un convaleciente; algo tan seguro y
firme como el latido de un tambor en el caso de los hombres. Si, la
consciencia, esa que, en cuanto cierras los ojos, Morfeo corre a robar y que, al
despertar, te golpea, agresiva y cruelmente, pues te es devuelta abruptamente.
Las
cadenas se aferran con fría determinación a mis muñecas desnudas, desgarrando
mi piel, hundiendo sus afilados y crueles dientes de metal en mi carne,
obligando a que las heridas abiertas, como ojos, lloren aquello que bulle en mi
interior; las gruesas y oscuras lágrimas recorren mis brazos, que siguen
luchando por sostener mi dolorido y cansado cuerpo, luchando por resistirse a
la llamada de la tierra. Apenas al abrir los ojos, todas esas sensaciones me
golpean. Mi realidad. Toda ella, desde el cortante acero de las cadenas, hasta
la áspera roca que me araña la espalda, el ardor de los músculos cansados de la
tensión constante, la sequedad rasposa de mi boca, el picor casi doloroso que
recorre mi costado izquierdo, la vacío agudo de mi estomago,… el dolor, la
tristeza y sobre todo eso el silencio pastoso que arrastra consigo la soledad.
Los
primeros rayos de sol me acarician la piel, saludándome amablemente, reconfortándome
tras la larga, fría y oscura noche, pero, igualmente, recordándome, que el día
empieza. Un nuevo día, al igual que el anterior y el anterior y el anterior, al
igual que lo será el siguiente y el siguiente y así por toda la eternidad. La
ansiedad me ataca por sorpresa, oprimiéndome el pecho, hundiéndome en la cruel
realidad, en esa odiosa rutina a la que llamo vida; pero, sé, o por lo menos
creo recordar… que en otro tiempo fui libre, en una época lejana, tanto, que ya
casi se ha borrado de mi propia memoria… casi me cuesta creer que alguna vez
esta roca no fue mi lecho, que hubo un tiempo en el que el tintineo de estas
cadenas no era la única melodía que podía permitirme el lujo de escuchar, que
el sol y los hirientes toques de sus punzantes garras, el metal y la roca no
fueron los únicos amantes que conocí… me cuesta creerlo. Suelo tener ese
problema, me es casi imposible creer lo que mi propia mente me muestra, pero
creo recordar… o puede que me haya vuelto loco ya y que ese recuerdo no sea mas
que otro de mis delirios, pero no, lo recuerdo… lo recuerdo con dolorosa
claridad; en otro tiempo caminé entre dioses, en otro tiempo amé y fui amado,
odié y fui odiado, ayudé y me lo agradecieron, luche y vencí, desobedecí… y fui
castigado. Si, eso es, pero ¿Cuál fue mi crimen? ¿Cómo de horrible hubo de ser
mi delito para condenarme así? Debió ser algo tan inhumano y abominable que incluso yo mismo lo he
olvidado, porque me cuesta recordarlo y tratar de hacerlo, tal vez, sea una
perdida de tiempo, porque… ¿Todo lo que recuerdo es real? ¿Es probable que haya
estado encadenado aquí desde el amanecer de los tiempos o incluso desde antes?
¿Son tan crueles los dioses como para condenar así a un inocente o realmente
pequé? ¿Qué hice? ¿Cuándo concluirá mi condena? Es más ¿Ocurrió realmente alguna
vez o todo es solo producto de mi mente deshecha? ¿Podría llamarse locura al no
saber distinguir entre los sueños y la realidad o debería, quizás, llamarse
simplemente ignorancia? y al asumir que me veo incapaz de distinguirla ¿Estaría
admitiendo mi propia ignorancia y estaría rindiéndome ante ella? Por otro lado
¿puede que esté dudando demasiado? ¿puede que me este planteando cuestiones que
ya han sido planteadas y resueltas o que, en el peor de los casos, no tengan
respuestas? Puede que realmente haya perdido la razón y que por ello todos mis
razonamientos carezcan de la base misma de su esencia pero ¡un momento! Razón…
si, eso es, aun la recuerdo y ¿Cómo olvidarla? Ardiente, calida, pero cambiante
y peligrosa también, hermosa en su fragilidad, frágil en su firmeza, inmortal…
más de lo que puedo llegar a ser yo o mi recuerdo y puedo afirmar que
desobedecer, pecar, a pesar del castigo… valió la pena.
¿Es,
pues, justa mi penitencia o puede que el precio pagado sea desproporcionado al
crimen cometido?
Las
horas pasan, el dolor aumenta y con él la ansiedad, el sol me quema la piel y
añoro, ruego al cielo por el más leve de los soplos de aire, una suave brisa
que refresque mi piel, pero no; el sol, desde ahí arriba se burla de mí,
cayendo con toda su fuerza. Estoy cubierto de sudor, con el pelo adhiriéndose molestamente
a mi frente, jadeante, suplicando por agua.
Una
sombra se mueve sobre mí y suspiro, casi aliviado, pues sé que es ella; y es
entonces cuando una de sus delicadas plumas cae, recorriendo, con sus perfectas
hebras oscuras mi piel, en una caricia leve que me hace gemir extasiado. Desciende,
dejándole vía libre de nuevo al sol, que alegremente me tortura de nuevo.
La
veo ahí, hermosa, perfecta, con sus afiladas y agudas garras arañando la roca
al posar su esbelto cuerpo en el suelo. Le sonrío amablemente, dándole una
silenciosa bienvenida, pero, se acerca, sin despegar sus ojos de mi costado…
algo que creo identificar como miedo me atenaza y suspiro tratando de calmarme.
Rápidamente, con una ágil y segura sacudida de sus poderosas alas, se alza del
suelo, aterrizando sobre el prominente hueso de mi cadera, enterrando sus
garras para sujetarse a la inestable superficie que es mi piel, mis rodillas
tiemblan, como si fueran a fallar, pero las cadenas tiran de mi, clavándose más
profundamente, manteniéndome en mi sitio; los ojos se me llenan de lágrimas pero
ahogo el grito y me esfuerzo en ignorar el dolor y concentrarme en la caricia
de sus suaves plumas. La miro fijamente mientras estira su cuello, aun sin
apartar la mirada de mi carne, observo como se inclina y como entierra, sin
ningún tipo de vacilación, su pico, desgarrando la piel y el músculo, hasta
llegar a su objetivo… la sangre se escurre por mi cadera, estrellándose en el
suelo; las piernas ya no me sostienen y las cadenas me muerden, casi con mas
crueldad que la de ella. El sol quema sin tregua mi carne abierta y expuesta,
el dolor se extiende como fuego por mis venas, recorriéndome como lava y estallándome
en el cerebro, que colapsa inevitablemente. Jadeo cuando el latido de mi
corazón se ralentiza, cuando el miedo y la adrenalina dejan de ser un incentivo
suficiente para que este se sobreponga a la pérdida de sangre; intento ahogar
mis quejidos de forma patética e inútil, sin despegar mi mirada de ella,
luchando por no perder la consciencia, gracias a eso, veo como picotea hasta
arrancar el pedazo de carne, que ya, casi como una costumbre, se rasga fácil y
dolorosamente… y veo como ella, aun sin mirarme, desentierra sus garras y se
va, regalándome una última caricia de sus plumas suave y oscuras.
Observo
como se aleja, con la vista nublada, luchando por seguir respirando, por
mantener los ojos abiertos, porque mi corazón lata una vez más; admirándola,
libre, allá en el horizonte, hundiéndose en la luz anaranjada del atardecer,
fundiéndose con ella… y solo entonces, me permito bajar la mirada mientras la
luz desaparece, al igual que mi consciencia. La vida se retuerce entre mis
brazos exigiendo que la libere, la angustia, la ansiedad, el dolor, la
desesperación, el temor e incluso el alivio me invaden a partes iguales,
llenando mi embotado cerebro de contrariedades que ni intentan frenar lo que,
desde que abrí los ojos con las primeras luces de la alba, sé que es inevitable;
y así de simple, yo, solo y desgarrado, sorprendiéndome ante la fragilidad de
algo tan banal como puede serlo la vida, me sumerjo en esa oscuridad que me
rodea, borrándome… así de simple, yo, solo y desgarrado… muero.
¿Consciencia? ¿Qué es la consciencia? ¿Debería tratar de definirlo? ¿Realmente
puede hacerse? ¿Cómo? siendo algo tan ambiguo...
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