“Tic Tic”
Este es el famoso relato siniestro que escribí mientras intentaba hacer una historia completamente distinta (un reto de esos inocentes que nos ponemos la Oruga y yo)... si es preocupante o no lo dejo a vuestro criterio, pero lo de hacérmelo mirar ya es cosa mía.
Es algo raro y no cumple ni una sola de las normas del Decálogo de Quiroga... pero lo de que no sé escribir ya lo sabíais, así que espero que os guste, aunque solo sea un poco
El ruido de la lluvia estrellándose contra el cristal y el
zumbido constante de los halógenos llenaba la estancia. Las sombras del sueño
aun le entorpecían la vista y le pesaban en la cabeza, pero pensó en la lluvia…
no le gustaba la lluvia, en parte por su trabajo, se te pegaba a los huesos y
te entorpecía el paso, ahuyentando incluso a los habituales; pero ahora, bajo
el calor de la manta le parecía algo casi poético. Era un poeta fracasado. Ese
era su problema, había fracasado en demasiadas cosas, era un soñador nato, pero
como solía decir su madre “el sueño no da de comer”… y él también había
empezado a decirlo, pero a veces, en días como esos, le volvían la inspiración
y los sueños.
Llueve y pasan los
días,
llueven y nunca se
cansan de pasar
llueven y nunca para.
Llueve y llueve.
Llueven y llueven.
Llueve y pasan los
días,
llueven y me impiden
pasar
llueven y para.
Llueve y llueve.
Llueven y llueven.
Llueven y no puedo
pensar.
Llueve y ¿para qué
escribir?
Olía a alcohol y orina… seguramente él era la causa de tal
olor, pero tampoco creía poder reunir la fuerza suficiente para levantarse y
despegarse ese olor con un lavado... tampoco es como si le importara a nadie.
Estaba de vacaciones ¡Maldita sea! Solo por hoy se permitiría ahogarse en su
miseria… solo por hoy… si, eso solía decirse siempre. Le picaba la garganta,
puede que por el frío o por el alcohol, pero era demasiado orgulloso para
preocuparse, era demasiado orgulloso para pedir ayuda o eso le decía su madre…
y debía tener razón, viendo como había acabado.
La preocupación es el
miedo de los que se creen valientes.
Carraspeó, notando como un coagulo le llenaba la boca con el
sabor a hierro, pero tragó rápidamente, llevaba un par de días escupiendo
sangre, lo cual era malo para el negocio y… ojos que no ver corazón que no
siente… sacudió la cabeza, menuda estupidez, demasiadas cosa se sienten sin verlas…
como el frío… pero ahora no tenía frío, ahora lo que tenía era lluvia.
Una vez tuvo una novia que le recordaba a la lluvia, lloró
cuando la besó por primera vez… seguro que ahora estaba casada… quizá aun
lloraba cuando su marido la besaba… o cuando besaba a su hijo… ¿le diría al
niño que los sueños no dan de comer? Rió para si, ahogando la última carcajada en
un ataque de tos. Seguro que habrá sido un buen niño y ahora sería policía…
puede que incluso se conociesen.
Tosió un poco más fuerte, sintiendo como le caía saliva por
la barbilla, intentó limpiársela con la manga pero solo veía puntitos rojos y
no encontraba su propia cara con la mano. Tanteó la manta y el crujido metálico
le evidenció que había roto parte de la cobertura de aluminio que le aseguraba
el calor… genial, ahora tendría que arreglar sus ojos y eso también. Se le
relajó el estómago como si acabase de hacer una comida copiosa y caliente, de
esas que hacía tiempo que no se permitía tener y sintió cómo se le espesaba la
lengua en el fondo de la boca y bajaba… y luego subía… y se derramaba… como la
lluvia… sonrió manchándose los dientes y dejando caer la lengua…
Moqueaba, o puede que fuese la lengua, porque le costaba
respirar. No importaba, ahora tenía la lluvia… cómo le gustaba la lluvia, no
mordía ni pinchaba, no golpeaba ni gritaba, solo se dejaba hacer… como una niña
que llora cuando la besas.
De pronto sintió los pies fríos y le temblaban los párpados
sobre los ojos ciegos… pero no necesitaba verla, podía imaginársela… y era
hermosa, claro, la lluvia siempre era hermosa a cualquier hora y no importaba
la ciudad, ella siempre tenía los pies pequeños y fríos.
Se reclinó en su cama, sintiendo como el frío de la lluvia
le abrazaba el cuello y le besaba en la boca.
Algo le decía que debía mantenerse despierto, ya iba a
amanecer y pronto alguien entraría al cajero, pero eso no importaba, porque
ahora tenía la lluvia y, por fin, iban a ser uno.
Impresionante, me encanta.
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