El Perfil del Miedo
Esto es lo más parecido a un relato de terror que he hecho nunca, he aquí mi problema: no da miedo, de todas formas espero que os guste, sigue todos los puntos del gótico, así que es más "estremecimiento" que "terror", pero si os da miedo decídmelo. Gracias.
Por cierto, el final me han dicho que lo deje y que lo quite el mismo número de veces y ni idea de qué hacer... así que mejor lo dejo tal cual.
Estaba solo él.
Solo él y sus pasos.
Solo él, sus pasos y el eco de estos.
Solo él.
Solo él y su respiración.
Solo él, su respiración y sus pasos.
Solo él, su respiración, sus pasos y el eco de estos.
Solo él… ¿solo?
Dobló la esquina, irrumpiendo en la avenida pobremente
iluminada, desolada y embarazada de miedos, rota de silencios. Fue entonces
cuando lo vio, por el rabillo del ojo, reflejado en un escaparate, efímero pero
real.
“Son tonterías mías, mis ojos me están engañando…” Se
reconfortaba, pero sabía que esto acabaría pasando. Se lo decía el frío que le
rasguñaba por sobre la chaqueta, aullando hambriento, tratando de entrar y
llevárselo consigo; se lo decía la luz temblorosa o más bien la nada contra la
que luchaba, que aguardaba pacientemente el descuido de su protector de gas
para abalanzarse sobre él, apagarle la vida y robarle los ojos; se lo decía el
silencio que se cerraba a su alrededor con cada jadeo, que se aproximaba
alentado por cada uno de sus ruidosos pasos, curioso, divertido, jugando con su
víctima… jugando con él; se lo decían sus ojos, se lo gritaba su cerebro.
Aceleró el paso, tensando el valor de girarse en el lado
derecho del cuello y extendiendo el miedo de mirar en el izquierdo. Una parte
de él no quería verlo, sabiéndolo pegado a sus talones, igualando sus pasos,
enfundado en negro, huyendo el rostro en las sombras; la otra quería convencerse
de que no había nada tras él, pero un sudor frío le acarició la espalda… puede que solo fuera el rocío... o el aliento helado de la muerte que le perseguía,
disuadiéndolo completamente.
No podía ser humano, esos brazos tan alargados, esa cabeza
hundida entre los hombros que emergía, solo a veces, para observarlo jadear; esas piernas rectas, hechas de una y que terminaban más allá del suelo, en una
curva lisa y seguramente dolorosa. No, esa figura cambiante, que se arrastraba
entre contracciones rítmicas, como si los pasos del otro le sobresaltasen, no
podía ser humana.
Dio un paso más y, quizá debido a su histerismo y su
contradicción, quizá tratando de ser el más rápido en esta carrera improvisada,
le falló el siguiente y tropezó, pero sintiendo los dedos punzantes anudándole
las cuerdas vocales, echó a correr, sin darle tiempo a su cabeza a recuperarse
del susto o a su corazón a prepararse para la huída.
Corrió, corrió y corrió, cerrando los ojos con furia,
desesperado, dejando la orientación en manos de su subconsciente; el aire le
silbaba en los oídos, faltándole en los pulmones, el frío había conseguido
atravesar su chaqueta y le cortaba la piel, la luz pasaba fugaz convirtiendo el
mundo en un túnel en el que retumbaban sus latidos. Al llegar a casa, al único
lugar inexpugnable que conocía, entró, cerrando la puerta tras de sí, cortándole
el paso a su acompañante, dejándole en claro que era una visita indeseada.
Respiró por fin.
Encendió la luz y se separó de la puerta, seguro, como el
que se había asegurado de echarle, pero… al girarse el tiempo se congeló
saciando su curiosidad y dejándole ver a su perseguidor, pues la criatura
seguía ahí, pegada a sus talones, contemplándolo.
La sombra, al igual que el hombre, retrocedió hasta chocar con
la pared ¿cómo podía haberlo seguido hasta aquí? Y ambos, desde sus dimensiones
gritaron, aterrados, sin saber que ninguno de los dos era real, pues no eran más
que un reflejo del otro.
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